Marzo 16 de 2005
Por: Victor Busteros / Greenpeace, Grupo Local Guadalajara
Desde niño siempre sentí una especial atracción por el cuidado de la naturaleza. Sin embargo, inmerso en la exacerbada sociedad de consumo en la que vivimos, consideré que el deterioro ambiental era un proceso inevitable, donde yo poco o nada podía hacer para remediarlo. Luego nacieron mis hijos y entonces vi en retrospectiva que muchos de mis más felices recuerdos estaban relacionados con excursiones familiares a parajes silvestres que actualmente, o ya no existen, o están muy deteriorados. Un terrible sentimiento de culpa me invadió cuando me pregunté "¿A que lugar llevaré de paseo a mis hijos y ellos a los suyos?"
Poco tiempo después, junto a mi esposa Carmen asistí a la conferencia de un veterano ecologista español, que en aquella ocasión habló sobre la subsistencia de la humanidad a traves del respeto al medio ambiente. Nunca olvidaré que al terminar su plática preguntó: "¿Realmente creen que exista algo más importante que el aire que respiramos y el agua que bebemos?". Con aquellas palabras me quedó claro que ya no es posible permanecer con los brazos cruzados, quejándonos y culpando a los demás del deterioro ecológico. Es tiempo ya de actuar cambiando nuestra insostenible forma de vida que destruye el entorno natural por intereses superfluos, que si lo analizamos bien sólo benefician momentáneamente a la minoría de las personas, las cuales, cegadas de ambición han puesto en serio peligro las condiciones de vida para las futuras generaciones.
Convencidos, Carmen y yo asumimos el compromiso por nuestros hijos y en general por todos los niños del mundo, que finalmente son los herederos del planeta y tienen derecho a disfrutarlo al menos en el estado que nosostros los adultos lo conocimos. Desde entonces, dedicamos unas horas a la semana apoyando campañas ecologistas, ayudando principalmente con difusión.
Entender el movimiento ecologista suele ser complicado, ya que además de lo inherente a la conservación de la naturaleza también involucra aspectos de justicia social. Cuando lo estudias encuentras que la palabra "Greenpeace" es un término obligado y por ello cuando Carmen y yo nos enteramos que esa organización tenía una oficina en México de inmediato nos comunicamos y les manifestamos nuestro interés de ayudar; poco después nos ofrecieron integrarnos como voluntarios.
Ser miembros de Greenpeace ha sido sumamente enriquecedor; gracias a esa relación, hoy entendemos aún mejor el problema ambiental, tenemos una visión real del mundo, la humanidad e incluso de nosotros mismos. Por si fuera poco, hace unos meses un viejo anhelo personal se hizo realidad cuando me invitaron a navegar en el rompehielos MY Artic Sunrise, uno de los tres barcos de la organización, el cual visitó el Pacífico mexicano promoviendo las energías renovables (Solar, eólica y geotérmica) como alternativa a los combustibles fósiles (Carbón, gas natural y petróleo) principales responsables del calentamiento global.
Viajar a bordo del Artic Sunrise fue una gran vivencia que me permitió conocer personas excepcionales que dedican su vida al medio ambiente. Ellas me compartieron experiencias y enseñaron como en lo individual podemos hacer mucho por el planeta, sus ecosistemas y sobre todo, por la humanidad misma.
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